Las repercusiones surgidas la semana pasada en relación al elevado cachet supuestamente requerido por la producción de la joven cantante Ayelén Alfonso, para presentarse en los escenarios de nuestro país, son más que oportunas para analizar el verdadero valor que le damos a nuestros talentos locales.
Luego de llenarnos la boca con la espectacular presencia de Aye en Factor X España, que terminó ganando por mérito propio y por los votos conquistados; luego de enojarnos hasta la histeria patriótica en contra de Lali Espósito y una tal Vanessa; luego del emocionante saludo del presidente de la República y la primera dama, todo ha vuelto a la normalidad.
Resulta que ahora queremos que Aye retorne de su exitosa “aventura” europea y siga actuando por chauchas y palitos, incluso gratuitamente si fuera posible, para hacer beneficencia a su costa o cobrando sumas “simbólicas”. Ya falta poco para que le pidamos que traiga su guitarra y cante un par de temas de favor, ya que al final eso no le cuesta nada a alguien que se dedica nomás luego a la música.
Mientras esto se discute ávidamente en redes y en medios de comunicación, a uno le viene a la memoria todo lo que ha ocurrido en todos estos años con artistas como Efrén Echeverría, el propio Quemil Yambay, Alberto Rodas, Carlos Báez Aranda y tantos otros, a los que pudimos apoyar gracias a la solidaridad de la gente, ya que en su gran mayoría los mismos no poseen un sistema de protección social, ni han podido acumular sumas de dinero que les permitan solventar los gastos habituales del retiro, la vejez o la enfermedad.
Es cierto que desde el Congreso se implementan las famosas pensiones graciables, que a pesar de ser discutibles ayudan a mitigar el problema, y que organizaciones como APA, AIE, y otras oficinas como el Ministerio de Cultura también ayudan, pero la triste verdad es que la mayoría de nuestros más importantes creadores e interpretes llegan al final de sus existencias asediados por las más dolorosas privaciones que uno pueda imaginar.
De hecho, hace un par de años la compañera del gran arpista nacional Nicolasito Caballero me relató personalmente que, ante una grave crisis cardiaca sufrida por el Maestro, no tuvo más remedio que llevarlo a la urgencia del Hospital Nacional en moto.
Mientras escribo esto coordinamos conciertos benéficos para Rolando Chaparro y Carlos Schvartzman, dos maestros de la música que han formado generaciones completas de interpretes en nuestro medio, acosados ahora por los problemas característicos del paso de los años y la falta de asistencia del Estado.
La lista de ejemplos puede ser infinita, pero el centro de esta cuestión es en todo caso la necesidad impostergable de modificar nuestra visión global del asunto: justamente por tratarse de artistas que expresan nuestra identidad deben ser remunerados de acuerdo a su gran capacidad y talento.
No se trata de una exaltación patriótica vacía de contenido, sino simplemente de poner de una vez por todas las cosas en su justo lugar. Algunos números como los Kchiporros, Tierra Adentro o Berta Rojas ya comenzaron a “educar” a nuestros empresarios, elevando el nivel de exigencias tanto en materia de remuneración como de montaje técnico que se debe respetar cuando contratamos a un número local.
Ya sabemos que es prácticamente imposible equiparar dichas exigencias con aquellas que presentan las super estrellas extranjeras que llegan al Paraguay, pero por lo menos elevemos la vara para que de a poco todos ellos tengan el trato que realmente se merecen.
Mientras tanto, todas las condecoraciones y diplomas que les entreguemos, no serán más que un simple gesto con el que se podrá hacer mucho ruido, pero con los que no se pueden comprar muchas nueces.
Por eso simplemente decimos: ¡Cobre Ayelén, cobre!, y no sienta vergüenza alguna en exigir lo que simplemente le corresponde por talento, capacidad y esfuerzo.
MF
"Cobre Aye, cobre"
— MEGA TV (@Megatv_py) June 25, 2024
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