No tengo los datos biográficos precisos, que seguramente irán apareciendo en los próximos días, cuando cada uno de los muchos que compartimos tareas y amistad con Carlos María les vayamos sumando los merecidos homenajes a este hombre que dedicó su vida entera a la gran pasión de la comunicación, oficio que ejerció durante mucho más de medio siglo.
Integrado desde muy joven a aquel legendario tándem conformado con sus primos, Juan Ángel Gómez Franco y Carlos Alberto Gómez Franco, tanto en Radio Nacional del Paraguay como en la histórica 780 AM Radio Primero Marzo, en donde marcó época con su legendario programa “Tiempo Adicional”.
De espíritu afable, no exento del mejor humor, la casa de Carlos María fue siempre receptáculo de inolvidables veladas con integrantes del gremio, muchos de los cuales ya le esperan en la tertulia eterna del paraíso, allí en donde Edgardo Villalba estará relatando sus inolvidables anécdotas, ante la mirada severa de Julio Del Puerto y el comentario gruñón de Getulio Arrúa Vinader.
Carlos María fue en realidad un todo terreno: leyó noticieros, ejerció la jefatura de prensa de varios medios e instituciones tanto públicas como privadas. En gran parte de su carrera fungió también de eficiente gerente de relaciones públicas, un rubro que sabía ejercer con la más absoluta espontaneidad.
Mi amistad con Soledad Franco, una de sus hijas y la que heredó sus cualidades de gran comunicador y periodista deportivo me obliga aún más a honrarlo en este breve opúsculo. Sin embargo, incluso si no existiera esa amistad igual todos los que conformamos esta gran familia de la Megacadena le debemos un homenaje a Carlos María, porque él fue esencialmente un hombre absolutamente identificado con esta marca, hecho que exponía públicamente como una presea profesional de la que siempre estuvo orgulloso de poseer.
Incluso en sus últimos tiempos, ya aquejado por dolencias típicas de la edad, nunca se privaba de la posibilidad de dejar un mensaje de fortaleza y esperanza. En mi caso hace apenas un par de días, cuando me dejó un mensaje celebrando la finalización exitosa de mis procesos judiciales:
“Sos un ejemplo hermano querido. Te admiro y valoro tu actitud y tu forma de proceder. Un abrazo grande. Alguna vez tendré la oportunidad de dártelo personalmente. Espero estar bien dentro de poco. Ahora estoy lleno de problemas, pero ya llegarán tiempos mejores. También yo mantengo una actitud firme con relación a mi creencia religiosa. Creo mucho en Dios y tengo mucha fe. Te admiro mi querido Mario, te admiro”.
Hoy ya solo puedo decir desde el fondo de mi corazón: Gracias querido Carlos María, ahora ya estás en el lugar en donde no existen el dolor ni la angustia. Paz en tu última morada y gracias por la sincera amistad que me profesaste toda la vida, desde que nos cruzamos por los ajetreados pasillos del apasionante, pero también absorbente mundo de los medios de comunicación.
Mario Ferreiro