La justificación ensayada ayer por el presidente del Congreso Paraguayo Silvio Beto Ovelar, también conocido como “Trato apu’a” con respecto a la contratación de su hijo Alejandro en la Cámara de Diputados no solamente fue lamentable sino también ofensiva.
Ovelar, que saltó a la fama por un video en que negocia votos por dinero en su Caaguazú natal dijo textualmente: “Chicos como Ale van a tener un desempeño brillante porque tuvieron un colegio bueno comparado con el chico de una escuela del interior, con profesores mediocres”, agregando un ejemplo particularmente ofensivo: “¿Él tendría una ventaja comparativa frente a aquel chico de Tembiaporá, que entró en escuela pública? Claro que tiene una ventaja enorme. No solo porque es hijo de Beto Ovelar”.
Dicho sea de paso, la familia Ovelar le cuesta al Estado paraguayo la suma de Gs. 291.923.396 guaraníes, pero al mismo tiempo es bueno recordar que el presidente del Congreso hizo su educación primaria en la escuela graduada Nro. 698 Wenceslaa Escalada y sus estudios secundarios en el Centro de Educación Diocesano y en el Liceo Militar Acosta Ñu.
Sin embargo este nivel de formación poco elevado, -según sus propios conceptos-, no le ha impedido hasta ahora escalar hasta las más altas cúspides del poder republicano, acomodándose alternadamente en los movimientos internos de su partido de acuerdo a como soplan los vientos.
Pero lo más grave de los desafortunados dichos de Beto Ovelar es que los mismos apuntaron a los sectores que justamente sostienen hace décadas al Partido Colorado. La extensa red social desplegada por el partido de Bernardino Caballero desde épocas de Natalicio González, ha calado hondo en un sector de la población que así ha logrado alguna movilidad social ascendente, justamente gracias a iniciativas de ayuda a estudiantes campesinos que ha tenido el apoyo sostenido de los mecanismos de asistencia de la ANR.
Esa masa, educada por los “mediocres maestros rurales”, según Ovelar, que llega a la capital con la ayuda de los caudillos regionales y se hospeda en sus albergues, es la que vota a autoridades como Trato Apu’a por un sentido elemental de pertenencia y gratitud. Que se los califique públicamente de infradotados es una dura bofetada en pleno rostro de la base política electoral más importante del partido de gobierno.
O sea, a parlamentarios como Beto, no les importa morder las manos que les dan de comer. La impunidad ética e intelectual es tan grande que ya ni siquiera les preocupa el que dirán, total según su línea de razonamiento, éstos les seguirán votando ciegamente cada 5 años.
El problema es que algún día, más temprano que tarde, como ya ha ocurrido, la gente se les va a cansar, y los va a terminar botando con b larga, ejerciendo el derecho sagrado de cortar las cadenas que los atan con quienes ni siquiera son capaces de agradecer tamaña fidelidad.
Pocas veces se ha expresado con tan brutal nitidez el desprecio que nuestra clase política dominante siente hacía la misma masa que convocan con promesas, y algunas migajas, cada vez que se presentan a un nuevo cargo electoral.
MF