Se supone que la reunión opositora del pasado fin de semana en Caacupé fue apenas un primer esbozo, una aproximación todavía muy leve de lo que más adelante podría ser una gran concertación política y social que logre revertir la actual coyuntura dominante del sector mayoritario de la ANR en todos los estamentos del Estado.
La tarea es verdaderamente ardua, ya que habrá que deponer enconos antiguos y sobre todo sincerar las intenciones de todos en cuanto a lo que realmente se pretende.
Hace poco en la Argentina, el sector macrista, y incluyendo a la ex candidata Patricia Bullrich, tuvo que tragar todos y cada uno de los sapos y culebras que les arrojó Javier Milei en campaña para unirse a éste y lograr derrotar al justicialismo, que ganó sorpresivamente en primera vuelta.
Es cierto que aquel experimento de unidad en contra del supuesto mal mayor todavía está en pleno desarrollo, pero no se puede negar que la derecha argentina ha sido bien pragmática y resolutiva al momento de tomar decisiones que eviten una derrota que sin unidad probablemente era segura.
Por ese camino, aunque más orgánicos en cuanto a sus metodologías han transitado también los chilenos y en su momento los uruguayos.
Colorados y Blancos tuvieron que dejar atrás confrontaciones atávicas para lograr derrotar al siempre bien estructurado Frente Amplio, que dicho sea de paso vuelve a tener posibilidades en las próximas presidenciales uruguayas.
Nadie puede negar el valor de la unidad. Pero no deja de ser cierto lo que postulan los senadores Ever Villalba y Líder Amarilla, del PLRA, en cuanto a que los convocantes deben manifestar el deseo sincero de asumir sus propios errores, sin poner condiciones y sobre todo abriendo ampliamente el espacio a todos aquellos sectores que en este primer llamado no han sido convocados.
Creer que la izquierda terminó en el Paraguay porque tuvo muy malos resultados el pasado 30 de abril no condice con la realidad. De hecho, las parlamentarias Esperanza Martínez y Joanna Ortega no pueden estar ausentes de un llamado con estas características.
Otra enorme ausencia fue evidentemente la de Katya González. Mientras que los liderazgos campesinos que hace poco se movilizaron sobre Asunción en su trigésima marcha no pueden ser convocados solamente cuando hay que hacer ruido en la plaza. Sus años de incansable lucha merecen otro trato.
Finalmente, aunque sea técnicamente imposible en total puridad, todos los integrantes de esta nueva intentona de cambio deberán exhibir sus credenciales históricas y, sobre todo, sus antecedentes políticos en cuanto a no estar vinculados con la actual estructura de poder que hoy domina al Paraguay.
Si así no lo hiciera, la oposición tendrá sobre si la oscura sombra de la desconfianza de un electorado que los votó, para finalmente llenar el congreso de yaminales y chaqueñitos.
Nadie querrá pasar por tonto dos veces seguidas.
MF