“No es lo mismo un país independiente que un país In The Pendiente”, le hacía decir el genial Quino hace muchos años a la siempre punzante Mafalda. Aunque el chiste era obvio también es cierto que dejaba un generoso espacio para la reflexión y la autocrítica.
Los 213 años de la independencia del Paraguay nos hacen pensar en eso y mucho más. La gesta heroica de aquellos jóvenes atrevidos que se animaron a desafiar a un imperio no siempre se replica en el actuar de nuestra dirigencia, tanto política como social.
La verdad es que no hemos logrado ser dignos herederos de los Francia, Yegros, Iturbe, Molas, López, Caballero y demás. Nuestros caminos como nación soberana han sido tortuosos y hemos quedado marcados por dos guerras internacionales e innumerables revueltas fratricidas, siendo la del ’47 quizá la más dolorosa pero no la única.
La pesada carga de la última dictadura todavía nos oprime mentalmente y lamentablemente mantenemos una tendencia propicia al autoritarismo y la resignación. La falta de capacidad para lograr la verdadera alternancia nos demuestra claramente que no hemos logrado aún la independencia ética y moral que nos permita votar por ideas y propuestas, y ya no más por el color de un pañuelo o por razones atávicas, vinculadas a cuestiones más emotivas que racionales.
Claro que este error no es solamente atribuible a la gente común sino sobre todo a generaciones de dirigentes que no supieron, no quisieron o no pudieron mostrar una verdadera alternativa, provocando que de esa manera el electorado siempre se decante por el mar menor, volviendo al puerto seguro de un modelo prebendario que por lo menos le da la esperanza, cada vez menos factible, de conseguir algún lugar en un Estado siempre a punto de colapsar.
Tampoco hemos logrado la verdadera independencia económica y geopolítica, menos aún en el actual contexto cada vez más complejo en dicha materia. Nos cuesta un Perú avanzar en una relación más equitativa con nuestros vecinos de mayor tamaño y el bien intencionado Mercosur apenas pudo concretar unos pocos logros arancelarios.
Últimamente se nos ha complicado también la relación con las grandes potencias, incluyendo el conglomerado conformado por los países de la UE, a los que insólitamente hemos convertido en una suerte de adversarios ideológicos, enganchándonos en un discurso hostil que en realidad se parece más a una bravuconada destinada a generar aplausos internos, pero con muy pocos resultados positivos para el país.
De esta manera, a 213 años de aquella gesta del 14 y 15 de mayo de 1811, el balance de nuestra nación en el debe y el haber sigue siendo negativo, sobre todo en la idea central de logar un mejor vivir a miles de compatriotas que siguen emigrando para conseguir trabajo o aquellos excluidos que ya simplemente sobreviven con sus familias en la más abyecta marginalidad.
Mientras se mantenga ese modelo tan injusto será muy difícil que nos convenzan de nuestro irremediable destino de nación poderosa, como tanto les gusta exclamar a los equipos de propaganda del gobierno actual.
La verdadera independencia solo será real cuando nadie más quede afuera de la mesa en la gran celebración de la familia paraguaya. Mientras tanto solo habrá desfiles, discursos y homenajes, como ahora, como siempre.
MF