La actual sequía de logros con la querida albirroja nos llena de angustia y desesperanza. Más aún después del pésimo resultado de nuestra participación en la Copa América, abriendo un sombrío panorama en cuanto a la presencia paraguaya en el próximo mundial de fútbol masculino, que se disputara en México, EEUU y Canadá a disputarse en el 2026.
Si no llegamos a esa meta, lo que parece bastante probable, completaremos 16 años de dolorosa sequía, en la que no hemos podido retomar las cuatro presencias consecutivas que alcanzamos entre 1998 y 2010 que por supuesto recordamos como aquellos días de inmensa felicidad colectiva.
El recambio generacional nos cayó mal, además de los errores obvios en materia de tomas de decisiones y otros menesteres que hacen al complejo mundo del fútbol profesional de alto nivel de competencia. Paraguay, que llegó a estar entre los mejores 10 del mundo hoy se hunde en la tabla de equipos a nivel mundial y a pesar de ciertos destellos individuales no hemos podido suplantar las ausencias de grandes jugadores como Chilavert, Gamarra, el Toro Acuña, Salvador Cabañas, Nelson Haedo Valdez o Roque Santacruz.
Aún así, aunque se completen los penosos 16 años de ausencia de mundiales, esta marca todavía no se equipara a aquella sufrió nuestra generación, que en mi caso particular tuvo que esperar 28 años para volver a un mundial después de Suecia 1958. Fueron generaciones sucesivas de grandes frustraciones, a pesar de tener grandes jugadores, desde el Nino Arrúa hasta Benicio Ferreira, Arsenio Valdez o Sebastián Fleitas.
Recién en 1986 tuvo que venir Cayetano Ré a cambiarnos la mentalidad perdedora para armar un formidable equipo que nos regaló, a muchos de los que hoy tenemos más de 60 años, nuestra primera experiencia mundialista.
Quizá haya que repasar aquel tiempo tan duro para comprender lo que nos pasa ahora y volver a intentar un cambio de mentalidad, quizá ya no para el 2026, pero si para cuando seamos anfitriones y no tengamos que cumplir un pobre papel.
Quizá la actual selección Sub 23 que ganó el preolímpico y se dispone a participar de los juegos de París 2024 sea la que inicie ese nuevo camino, de la mano de un hombre de la casa que sabe de estos desafíos, como cuando trajo la medalla de plata de las olimpiadas de Atenas, en el 2004.
Es obvio que el país tiene problemas mucho más complejos que el fútbol, pero también es evidente que hasta el clima social mejora cuando obtenemos resultados satisfactorios en el deporte rey.
Nadie pide ganar una Copa del Mundo, pero por lo menos necesitamos recuperar la autoestima y aquella idea de que Paraguay, a pesar de sus limitaciones, puede darle pelea a cualquiera.
Hoy nuestra realidad es muy distinta: desapareció la garra guaraní y nos han superado técnicamente todos los rivales a los que en otros tiempos superábamos fácilmente. Habrá que tener mucha paciencia y sobre todo un plan determinado para recuperar el terreno perdido.
Como en muchos otros ámbitos de la vida, quizá ya sea el turno de una nueva generación. Y sobre todo de una nueva mentalidad que no le tenga tanto pánico al éxito o a sus antípodas: el fracaso.
MF
"Por una nueva Albirroja"
— MEGA TV (@Megatv_py) July 5, 2024
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