El discurso de anoche pronunciado por el presidente de la República Santiago Peña ante el congreso de la nación tuvo sabor a poco, aunque desde ya hay que reconocer que éste es un ritual de la democracia que nunca se ha destacado por dejar grandes titulares.
Es absolutamente entendible que dicho discurso no sea más que una suerte de inventario de aciertos en el que no se explicitan demasiado las falencias ni carencias de una gestión. Es de una interpretación elemental comprender que esta ceremonia anual nunca ha servido para ejercer la autocrítica ni dejar demasiadas pistas en cuanto al rumbo político inmediato en la compleja tarea de la primera magistratura de la república. En pocas palabras se lee mucho, pero se dice poco, por las dudas.
En el caso de Peña, aun reconociendo algunos aciertos importantes como el tema de la oportuna operación Veneratio, o los importantes pasos dados en cuanto a Itaipú, o la reorganización de importantes instancias de administración del Estado, como la creación del Ministerio de Economía o la creación de la DNIT y su fusión con aduanas, resultó extraño que una gran parte del discurso esté referido a la gestión de su antecesor y correligionario Mario Abdo Benítez.
Más allá de los grandes cuestionamientos que se le pueden hacer a aquella gestión, no deja de llamar la atención la insistencia en esa línea discursiva, tratándose de la misma agrupación política que la del presidente, y sobre todo desatendiendo el consejo básico de cualquier asesor en torno a esa práctica: a la gente se la distrae muy poco tiempo echando culpa a los gobiernos anteriores, ya que lo que se busca es comenzar a experimentar lo antes posible las bondades de una gestión superadora de su inmediato antecedente. Con elemental justicia la gente se pregunta; ¿cuándo vamos a estar mejor?
Es curioso verificar, sin embargo, que en ese componente central del discurso de Peña hay una coincidencia de línea temática con la conducta de nuestro sistema de justicia en el último año, de las mayorías de ambas cámaras del congreso, e incluso de los medios de comunicación que apoyan y acompañan la gestión de Honor Colorado abiertamente.
O sea, esa parte del discurso del presidente Peña parece obedecer fielmente los dictados de la presidencia de la ANR, lo cual siempre traerá consigo un debilitamiento de la cuestionada autonomía presidencial. Peña se vuelve menos Mburuvichá cuando tiene que cumplir ese rol.
Con un récord de leyes aprobadas en ambas cámaras del Parlamento y un panorama macroeconómico verdaderamente alentador, resultó fuera de lugar la enorme cantidad de tiempo que se otorgó a la eterna interna colorada.
Parecía más a un discurso propio de una campaña interna, antes que de una visión país hacía adelante que nos incluya a todos. De hecho, en la celebración del cumpleaños del senador Javier Zacarías la semana pasada se habían hecho referencias y discurso en el mismo sentido. Esa es la línea y hay que seguirla.
Peña todavía tiene mucho tiempo para mostrar gestión y una mayor independencia política, sin embargo, el primer balance todavía no da muestras claras de que muy pronto pueda tomar ese camino. Si así no lo hiciera su imagen podría debilitarse de una manera tal, que la segunda parte de su gobierno podría terminar convirtiéndose en un esforzado malabarismo político en el que todas sus energías terminen destinadas a controlar una tropa que se le puede desbandar en cualquier momento.
MF
"Sabor a poco"
— MEGA TV (@Megatv_py) July 3, 2024
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