A Jorge Torres lo conozco desde sus épocas de joven militante de Patria Querida, mientras hacía sus primeras armas en el periodismo desde la redacción de Abc y los micrófonos de algunas radios en las que nos cruzamos, como Aspen, La Unión y Venus. Hoy día pensamos muy distinto en términos políticos e ideológicos, pero eso no ha evitado que nos tratemos siempre con cordialidad y mutuo respeto.
En mis épocas de jefe comunal Jorge no fue ni más ni menos crítico que todos los colegas en general, apuntando los errores y desaciertos como el resto, como de hecho debe ser desde el ejercicio tradicional de la prensa. Para los halagos están los adherentes ocasionales. El periodismo siempre será incómodo para los gobernantes de turno.
Sin embargo, mis expresiones de solidaridad con el colega luego del injustificado exabrupto del presidente argentino Javier Milei en la presentación de un libro el pasado fin de semana, tiene que ver menos con el periodista que con los inapropiados modales de un mandatario que ya tiene varios antecedentes, -incluso desde su campaña electoral-, en este tipo de prácticas.
La sobreactuación de Milei enumerando supuestas ofensas se pareció más a una puesta en escena que a una reacción sincera del presidente argentino. Conste que se puede esperar cualquier cosa de quien hizo campaña con una motosierra y se declaró admirador de Margaret Thatcher en un país en donde el tema de las Malvinas es justificadamente sensible.
Pasadas las horas uno puede colegir que lo de Milei fue en verdad una ofensa a la investidura de nuestro presidente Santiago Peña, presente en el panel, y un desaire extraño ante Eduardo Feinmann, que al fin y al postre era el centro y motivo del evento, ya que presentaba su libro sobre populismo. Una materia sobre la que la ANR podría dar cátedra al colega porteño.
Muchos celebraron el desquicio del libertario como un buen ejemplo del destrato que se merece la prensa, sin importar tan siquiera que ésta pueda ser amiga o afín. Otros aprovecharon para criticar las prácticas habituales de ataque de Torres hacía ciertos sectores políticos y empresariales, pero ese no era el punto de debate en este momento.
A mí me parece que, simplemente, un presidente no tiene derecho alguno volcar gratuitamente su ira porque alguien de un medio extranjero amigo tiene la osadía de plantearle la posibilidad de un fracaso de su plan de aquí a cuatro años. Es una pregunta sencilla y muy fácil de responder o evadir para cualquier persona. Milei hasta pudo haber echado mano a su muletilla de “la casta política” como responsable absoluto si ese fracaso se consumaba. Pero no, fiel a su estilo escogió el desagradable lenguaje del bravucón.
Con está retórica desquiciada será muy difícil negociar con el primer mandatario argentino temas mucho más trascendentes como el peaje de la hidrovía, las cuestiones migratorias, y ni que decir nuestras habituales diferencias con respecto a Yacyretá.
Pensándolo bien, quizá Milei aprovechó tan caracterizada platea, en la que estaba su par paraguayo, para enviar una señal clara de cómo será el trato que recibirán los nuestros, cada vez que vayan a intentar negociar algo con el díscolo ex arquero de las inferiores de Chacarita Juniors.
MF