El operativo comando que perpetró el robo de unos mil millones de guaraníes de la sucursal del BNF el sábado pasado en Natalio no es más que un nuevo capítulo en la tarea de demostrar la flagrante inseguridad estructural que padecemos en nuestro país. En realidad, la delincuencia organizada ha demostrado que está varios cuerpos delante de nuestras fuerzas legalmente constituidas con la misión de proteger a la ciudadanía y a los bienes, tanto privados como público.
Años de abandono institucional, falta de equipamiento apropiado, repetidos casos de corrupción y sobre todo una inexistente política de seguridad a mediano y largo plazo nos han dejado con una policía totalmente debilitada y desprestigiada, que ha perdido sostenidamente el respeto de la población y que por supuesto es superada en todos los frentes por organizaciones criminales cada vez más sofisticadas en cuanto a planificación y equipamiento.
Con ese argumento estos grupos ya dominan gran parte del territorio nacional, incluyendo las cárceles, en las que muchos de sus integrantes pasan a disputar el dominio de las mismas, incluyendo fuentes de cuantiosos ingresos y captación de nuevos cuadros que saldrán especializados en los delitos que abarcan la principal actividad de estas organizaciones.
Con fronteras dócilmente permeables, sin las herramientas más elementales para controlar el tráfico aéreo e incluso el terrestre, y con el crecimiento exponencial de todos los delitos conectados a la producción y tráfico de drogas, Paraguay ya se sitúa en el cuarto lugar entre los países más afectados por el crimen organizado, apenas por detrás de Birmania, México y Colombia, estos dos, países mucho más grandes y complejos que el nuestro en cuanto a la siempre difícil tarea de perseguir bandas de delincuentes de alta peligrosidad.
Paraguay no es muy grande territorialmente hablando y nuestra población ha decrecido, sin embargo, nuestra policía nunca logra encontrar a los peces gordos, aunque nos exhibe todos los días por televisión a peligrosos microtraficantes y detestables motochorros. Nunca los grandes contrabandistas ni mucho menos los temibles grandes señores de la droga.
Si a todo esto le queremos sumar más dramatismo habrá que tomar nota de incesante avance del crimen organizado en las estructuras mismas del poder político y en las candidaturas regionales, en donde el dinero es elemento decisivo para ubicar intendentes, gobernadores, concejales e incluso diputados.
Por todo ello, la actual sucesión de asalta cajeros de alto poder de fuego, o aquellos que ya van directamente por la bóveda de un banco, nos retrotraen a aquellas viejas películas del lejano oeste, en donde el aguacil del pueblo, apenas acompañado de un par de efectivos, no podía hacer frente a las bandas de forajidos que asolaban aquellas lejanas comarcas de un país que comenzaba a crecer en su gran marcha hacía el far west.
Claro que aquello pasó hace poco menos de un par de siglos y aquí nos ocurre en pleno siglo XXI. La otra diferencia es que aquello lo fueron corrigiendo con decisión política firme y un marco legal apropiado.
Aquí todavía nos miramos perplejos después de cada voladura bancaria o ataque con ametralladora antiaérea a un capo mafioso de frontera en plena capital departamental. Pero eso sí: anunciamos con bombos y platillos una guerra sin cuartel a la delincuencia mandando contingentes de policías que se quedarán sin viáticos en un par de semanas, para perseguir con patrulleras maltrechas a criminales que se mueven en jets y vehículos todo terreno de última generación.
MF
"Como en el viejo oeste"
— MEGA TV (@Megatv_py) April 30, 2024
✍️ Comentario del día, por @Ferreiromario1 para #Info18.#MegaTV 🔗 https://t.co/zh1G3kMpqC pic.twitter.com/SKYIKBvQaZ